Preguntas - Victor Orozco

“Uno advierte, al considerar el mundo a su alrededor, que todo el progreso del sentimiento humano, que toda mejora de la ley penal, que todo paso hacia la disminución de la guerra, el mejor trato a las razas de color, que toda mitigación de la esclavitud, que todo progreso moral realizado por el mundo, ha sido obstaculizado constantemente por las iglesias organizadas”
Bertrand Russell

PREGUNTAS

VICTOR OROZCO

¿Cómo sería el mundo hoy si hubiera triunfado hasta nuestros días la prohibición de conocer el cuerpo humano?. ¿Si todos hubiesen acatado la orden estricta de no investigar, de atenerse a los mandatos religiosos que condenaban las disecciones y la extracción de órganos para su estudio?. ¿Y si aquellos valientes profanadores de tumbas no hubiesen arrostrado el peligro de excomuniones y muertes atroces entre las llamas, para sacar los cadáveres apenas habían sido sepultados y llevarlos a sus casas para estudiarlos? ¿Si hubiesen respetado la orden de no tocar aquello que Dios había creado a su imagen y semejanza? ¿Qué sabríamos de nosotros mismos? ¿Y de las pestes, epidemias y todas las enfermedades?

¿Y del mundo exterior?. ¿Si los tenaces observadores del cielo no hubiesen cuestionado la creencia de que la tierra era plana? ¿Y si todos hubiesen cumplido la retractación de Galileo ante el tribunal de la Santa Inquisición, en la que declaraba: “…que no sostendré, defenderé o enseñaré de ninguna manera, verbalmente o por escrito, la dicha falsa doctrina de que el sol es el centro del mundo e inamovible y que la tierra no es el centro y que se mueve..”? ¿Y sin aquellos audaces y modestos alquimistas, que errando entre la magia y la realidad, abrieron paso al conocimiento, siempre en el lindero de la herejía, vale decir de la muerte?

¿Y si se hubiese impuesto para siempre, el deber de profesar un solo culto religioso con prohibición de cualquier otro diferente al del Estado?. ¿Si no hubiesen existido algunos pocos desafiantes individuos que proclamaron la libertad de conciencia como único camino para mantener la paz? ¿Si hubiese triunfado el falaz argumento, proclamado a capa y espada, de que la libertad de cultos “le quitaba al pueblo su religión?. ¿Cuántos monumentos y herencias de las culturas “paganas” habrían sobrevivido al delirio del fanatismo cristiano? ¿Cuántas atrocidades y genocidios seguirían perpetrándose en nombre de la “religión verdadera”?

¿Y si la filosofía hubiese seguido siendo una “sierva de la religión” como postulaba Santo Tomás? ¿Seguiríamos recorriendo círculos y debatiendo sobre el género de los ángeles?. ¿Y si el pensamiento no se hubiese emancipado de los dogmas? ¿Seguiríamos quemando viejos códices y libros heréticos? ¿Arrojando en el fuego a “brujas y hechiceros”?.

¿Y si hubiese prevalecido el dogma milenario de que Dios hizo a los hombres iguales entre sí, pero que en la tierra había dispuesto que unos nacieran nobles y otros plebeyos, unos destinados a ser reyes, duques, obispos o papas y otros campesinos, artesanos o soldados? ¿Seguiría imperando la creencia de que unos están destinados a mandar y otros a obedecer? ¿Seguirían instituidas en todas partes la servidumbre y la esclavitud puesto que ambas están previstas en la Biblia, como argumentaban los plantadores del Sur norteamericano durante la guerra civil?

¿Y si se hubiesen mantenido las rígidas reglas que duraron siglos para las expresiones del arte y de la creación intelectual?. ¿Si los renacentistas no hubieran vuelto sobre las huellas del pasado clásico, para pintar o esculpir ateniéndose a sus propias ideas y sentimientos? ¿Si no se hubiesen atrevido a violentar los mandatos tenidos por divinos?. ¿Seguiríamos pintando y esculpiendo exclusivamente vírgenes y santos?.

¿Y si se hubiese mantenido la fusión del trono y el altar?. ¿Si algunos, no hubiesen osado proponer la separación entre la Iglesia y Estado?. ¿Qué sería hoy de los débiles y vulnerables individuos frente a los dos poderes unidos? ¿Y si todavía se siguiese sosteniendo que Dios puso a los reyes, a los gobernantes, a los caudillos?. ¿Y que toda autoridad dimana de Dios y no de la sociedad?

¿Y si se hubiese sostenido como artículo de fe, inalterable, que los bienes pertenecientes a la iglesia eran de Dios y por tanto intocables? ¿Seguirían miles o millones de arrendatarios pagando alquileres a instancias de la Iglesia?. ¿Y si los miembros del clero siguieran teniendo leyes especiales, de privilegio?

¿Y si todas las mujeres hubiesen consentido por siempre en mantener su condición de subordinadas e inferiores? ¿Si hubiesen aceptado como su misión exclusiva parir y procrear? ¿Si algunas, pocas también, no se hubiesen rebelado y exigido leyes y condiciones iguales para todos? ¿Si hubiesen seguido el ejemplo de la burocracia eclesiástica en donde los hombres pueden ser sacerdotes o altos dignatarios y las mujeres únicamente monjas?

¿Y si todo mundo hubiese aceptado la orden de la iglesia que prohíbe el uso del condón? ¿Cuántos millones más de contagiados de SIDA existirían?

¿Y si una oficina de la iglesia o del gobierno siguiera decidiendo -como lo hizo por siglos- que libros o periódicos podemos leer o ahora que películas y programas podemos ver?. ¿En qué grado de ignorancia nos encontraríamos?

¿Y si no se hubiesen establecidos registros públicos para los nacimientos, decesos y estado civil de las personas?. ¿Seguirían los sacerdotes decidiendo quienes vivirían eternamente en el pecado, por consecuencia en el ostracismo social y a su muerte impedidos de recibir sepultura en los cementerios, ante la impotencia de sus familiares presos de la angustia? ¿Seguirían inhabilitados para casarse aquellos que no profesasen la fe católica?.

¿Y si continuase la prohibición del divorcio?. ¿Si éste no se hubiese establecido como un derecho en la ley promulgada por Benito Juárez en Veracruz el 23 de julio de 1859? ¿Si no se hubiesen atrevido unas cuantas mujeres de ese tiempo a ejercerlo ante los tribunales? ¿Tendríamos más familias “estables” o más parejas frustradas?. ¿Más mujeres felices o más golpeadas y abusadas?.

Cada una de estas cuestiones le ha significado a todas las sociedades el tránsito de las opresiones al de las libertades. A veces las fases han durado siglos, pero al final siempre ha triunfado la irresistible vocación humana por la realización plena, por la posibilidad de desplegar todas sus potencialidades. Cada vez que se alcanza uno nuevo de estos estadios, contra el mismo se lanzan los dogmas indiscutibles e infalibles, los irresistibles mandatos divinos. Léanse las diatribas y excomuniones empleadas contra los que impulsaron cada una de las libertades: los que dudaron de las aberraciones enseñadas por la iglesia fueron enemigos de Dios, los que objetaron las religiones únicas fueron enemigos de Dios. Siempre las situaciones llevadas al límite: libertad de conciencia igual a muerte de las creencias religiosas, igualdad social, lo mismo que anarquía y libertinaje.
Ahora, se dice, despenalización del aborto igual a crimen y asesinato. Y de la misma manera, se introducen falacias y caricaturizaciones del opositor: son abortistas. No importa que se constate de mil formas: nadie está por el aborto en sí mismo. Lo usual y lo deseable es que las mujeres embarazadas quieran tener a su hijo, lo mismo los padres que lo engendraron, pero cuando existen circunstancias, unas de mayor gravedad que otras, que exijan interrumpir la gestación, el Estado debe garantizarle a la mujer que no será penalizada doblemente, con su propio sufrimiento causado al someterse al aborto y con la sanción carcelaria reclamada por los fundamentalistas.
En este debate, quizá los peores son esos políticos santurrones actuando como “defensores de la vida” (no importa que sus propuestas lleven a la muerte de miles de mujeres y al sufrimiento indecible de otras tantas) cubriéndose bajo el manto de creencias religiosas, para usarlas en su propio beneficio. No les van a la zaga en hipocresía los altos mandos y gobernadores del PRI, conchabados con los obispos para acabar con el estado laico. Beatriz Paredes, la dirigente formal de este partido, a quien en algunos momentos se le tuvo como progresista y liberal, personifica ahora la cobardía y la claudicación. Idénticos juicios merecen los diputados “de izquierda” afiliados al PRD que votaron a favor de la penalización del aborto.
Esta alianza sagrada, cuyos integrante se pelean sólo cuando hay botín de por medio, ha llevado ya a diez y siete legislaturas estatales a penalizar el aborto, cualquiera que sean sus causas. Ahora pretenden asaltar a la constitución nacional, operativo previsto para las vísperas de las elecciones federales, en el curso de los próximos dos años. Tiene la batalla perdida en el largo plazo, pero entretanto, políticos mochos y oportunistas, junto con los prelados católicos, provocarán incontables amarguras. Ya lo hicieron en todas partes donde se ha obligado a parir a niñas de trece años víctimas de la violación o se ha sacrificado la vida de la madre, dejando en el desamparo al resto de sus hijos o conducido a mujeres al abatimiento y a la depresión.
Todo, en nombre de un dogma simplón consagrado ahora en las constituciones locales. Última en engrosar la lista ominosa, la legislatura de Veracruz ningún honor hizo a la entidad desde la cual el gobierno republicano expidió las Leyes de Reforma.

gran.union.librepensadores@gmail.com

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