Benedicto XVI: un enemigo de la humanidad - R. Dawkins

Benedicto XVI: un enemigo de la humanidad
Richard Dawkins · · · · ·

17/10/10

Los días 6 y 7 de noviembre el papa Benedicto XVI visitará la ciudad de Barcelona. Dicha visita, sufragada en buena parte con dinero público, ha generado diversas campañas en defensa del laicismo y de la separación entre Iglesia y Estado. El siguiente texto es la intervención preparada por el científico británico Richard Dawkins para la manifestación realizada en Londres el 18 de septiembre pasado contra la visita papal. Al final, el alcance de la manifestación –se calcula que asistieron unas 15.000 personas- obligó a los oradores a recortar sus discursos.
¿Debería haberse recibido a Joseph Ratzinger con la pompa y la ceremonia reservadas a un Jefe de Estado? No. Como Geoffrey Robertson ha mostrado en su libro The Case of the Pope, la pretensión de la Santa Sede de actuar como Estado se basa en un pacto fáustico que permitió a Mussolini conceder a la Iglesia más de tres kilómetros cuadrados del centro de Roma a cambio de su apoyo al régimen fascista. Nuestro gobierno aprovecha la ocasión de la visita del papa para anunciar su intención de “acercarse a Dios”. Que no nos sorprenda, como comenta un amigo mío, si Hyde Park se cede al Vaticano para cerrar el trato.

¿Debería Ratzinger, pues, ser recibido como jefe de la Iglesia? Evidentemente, si los católicos a título individual desean pasar por alto sus muchas infracciones a la ley y tender una alfombra roja al diseñador de sus zapatos rojos, que lo hagan. Pero que no nos hagan pagar al resto. Que no pidan al contribuyente británico subsidiar la misión propagandística de una institución cuya riqueza se calcula en decenas de miles de millones; una fortuna para la cual la expresión “mal habida” viene como anillo al dedo. Y que nos ahorren el espectáculo nauseabundo de la Reina, del Duque de Edimburgo, de los representantes de la Casa Real y de otros dignatarios arrastrándose y adulándolo como sicofantas, haciéndonos creer que se trata de alguien a quien deberíamos respetar.

El predecesor de Benedicto, Juan Pablo II, era considerado por algunas personas un hombre santo. Pero nadie podría llamar santo a Benedicto XVI sin que se le caiga la cara de vergüenza. Este viejo y malicioso intrigante es todo menos un santo ¿Un intelectual? ¿Un académico? Es lo que suele decirse, aunque no está claro que puede haber algo académico en la teología. Como mínimo, nada respetable.

El desafortunado y breve incidente del paso de Ratzinger por las Juventudes Hitlerianas ha sido puesto en un paréntesis, ampliamente respetado. Yo mismo he respetado esta moratoria. Pero tras oír el escandaloso discurso del Papa en Edimburgo, en el que culpó al ateísmo por la existencia de Hitler, es imposible no sentir que la veda se ha levantado ¿Habéis escuchado lo que dijo?

“Todavía hoy podemos recordar cómo Gran Bretaña y sus líderes se levantaron contra una tiranía que pretendía erradicar a Dios de la sociedad y negar a muchos nuestra humanidad común, especialmente a los judíos […] Mientras reflexionamos sobre la aleccionadora experiencia del extremismo ateo del siglo XX”.

Al leer este párrafo, uno se pregunta sobre el talento en materia de relaciones públicas de los asesores que permitieron su incorporación en el discurso. Pero claro, me olvidaba, su consejero oficial es ese Cardenal que al ver el color de algunos funcionarios de migraciones en Heathrow concluyó que debía haber aterrizado en el Tercer Mundo. Seguramente, al pobre hombre le cayó una buena cantidad de Ave Marías, además de su repentino ataque de gota diplomática (un ataque en el que uno no puede evitar preguntarse si el pie afectado es el que se pone en la boca al hablar).

En un comienzo, yo estaba indignado por los vergonzosos ataques del papa a ateos y laicistas, pero luego los vi como un estímulo. Como una muestra de que los habíamos puesto tan nerviosos que sólo les quedaba echar mano al insulto, en un intento desesperado de distraer la atención del escándalo de las violaciones de niños.

Probablemente es muy severo pretender que el Ratzinger de 15 años entendiera lo que suponían los nazis. Como católico devoto, es posible que, junto al catecismo, le inocularan la odiosa idea de que los judíos eran responsables por haber matado a Jesús. De hecho, el argumento de los “asesinos de Cristo” no fue rechazado hasta el Concilio Vaticano II (1962-1965) por una Iglesia cuya psique estaba atravesada por un antisemitismo de siglos.

Adolf Hitler fue un católico apostólico romano. O al menos tan católico como los cinco millones de británicos llamados católicos de este país. Hitler no renunció nunca a su catolicismo bautismal, que es el criterio que supuestamente permite afirmar la existencia de cinco millones de católicos británicos hoy. Una de dos. O se tienen cinco millones de católicos, en cuyo caso hay que hacerse cargo de Hitler, o Hitler no era católico, en cuyo caso habría que dar una cifra honrada del número genuino de católicos que existen en el Reino Unido hoy –los que de verdad creen que Jesús se convierte en una hostia, como supuestamente profesa el ex Profesor Ratzinger-.

Sea como fuere, Hitler no fue ateo. En 1933 se ufanaba de haber “erradicado el ateísmo” al haber prohibido la mayoría de las organizaciones ateas de Alemania, incluida la Liga alemana de librepensadores, cuyo edificio fue convertido en una oficina de información para asuntos eclesiásticos.

En última instancia, Hitler creía en una “Providencia” personificada, probablemente relacionada con la Divina Providencia invocada por el Cardenal Arzobispo de Múnich en 1939, cuando Hitler se libró de ser asesinado y el Cardenal ordenó un Te Deumespecial en la Catedral de Múnich para agradecer a la Divina Providencia por la salvación del Führer.

Puede que nunca sepamos si Hitler identificaba su “Providencia” con el Dios del Cardenal. Lo que sí tenía claro era el carácter abrumadoramente cristiano de sus grupos de apoyo, los millones de buenos cristianos alemanes que, con la inscripciónGott mit uns (“Dios con nosotros”) en la hebilla de sus cinturones, hicieron el trabajo sucio por él. Hitler conocía bien su base social. Por eso “se acercó a Dios”. Este es un extracto del discurso que pronunció en Múnich, en el corazón de la católica Baviera, en 1922:

“Mi sentimiento como cristiano me permite ver en mi Señor y Salvador a un luchador. Me permite ver al hombre que, solo y rodeado por unos pocos seguidores, reconoció a esos Judíos por lo que eran, al que convocó a los hombres a luchar contra ellos, y al que –Dios es Verdad!- fue el más grande no por su sufrimiento sino por su lucha. Con amor infinito como cristiano y como hombre, leo el pasaje que explica cómo el Señor se irguió en toda su grandeza y cogió el látigo para echar del Templo a las víboras y serpientes ¡Cuán terrible fue su lucha contra la ponzoña judía! Hoy, dos mil años después, con la más profunda emoción, me doy cuenta más profundamente que nunca que fue por eso que derramó su sangre en la Cruz”.

Este es sólo uno de de los numerosos discursos y pasajes en Mein Kampf en los que Hitler invoca su cristianismo. No sorprende, pues, que haya recibido tanto apoyo de la jerarquía eclesiástica alemana. Pío XII, predecesor de Benedicto, no está exento de culpa, como de manera devastadora demostró el escritor católico John Cronwell en su libro Hitler’s Pope.

Sería desconsiderado extenderme en este punto, pero el discurso de Ratzinger en Edimburgo este jueves fue tan desafortunado, tan hipócrita, tan propio de quien arroja piedras sobre su propio tejado, que sentí que debía responder.

Incluso si Hitler fuera ateo –como Stalin seguramente lo fue- ¿cómo se atreve Ratzinger a sugerir que exista conexión alguna entre el ateísmo y sus atrocidades? No más, desde luego, que las podrían existir entre éstas y su incredulidad en los duendes o los unicornios. Y no más, tampoco, que su afición al bigote, algo que comparten, por ejemplo, con Franco y Saddam Hussein. No hay camino lógico alguno que conduzca del ateísmo a la maldad. A menos, claro, que se esté empapado de algunas obscenidades ancladas en el corazón de la teología católica. Me refiero –estoy en deuda en este punto con Paula Kirby- a la doctrina del Pecado Original. Esta gente cree –y enseña a los niños pequeños, junto a la aterradora falsedad del infierno- que los bebés “nacen en pecado”. Este pecado sería el de Adán, quien por cierto, como ellos mismos admiten ahora, no existió nunca. El pecado original significa que, desde el momento en que nacemos, somos malvados y estamos corrompidos, condenados. Salvo que creamos en su Dios. O que sucumbamos a la zanahoria del cielo y al palo del infierno. Esta, señoras y señores, es la impresentable teoría que permite asumir que fue la falta de creencia en dios lo que convirtió a Hitler o a Stalin en los monstruos que fueron. Todos somos monstruos a menos que seamos redimidos por Jesús. Una teoría vil, depravada, inhumana, sobre la que basar la propia vida.

Joseph Ratzinger es un enemigo de la humanidad.

Es un enemigo de los niños, ya que ha permitido que sean violados y ha alentado la infección de sus mentes con la culpa. Está vergonzosamente claro que la iglesia está menos preocupada por colocar a los niños a salvo de violadores que por salvar almas sacerdotales del infierno. Y que su preocupación principal consiste en salvar su propia reputación a largo plazo

Es un enemigo de las personas gay, ya que ha descargado sobre ellos el tipo de intolerancia que su iglesia solía reservar a los judíos.

Es un enemigo de las mujeres, ya que las mantiene apartadas del sacerdocio como si el pene fuera una herramienta esencial para cumplir con los deberes pastorales ¿A qué otro empleador se le permitiría discriminar en razón de sexo, sobre todo tratándose de un empleo que de forma manifiesta no requiere fuerza física ni otra cualidad que sólo se suponga a los varones?

Es un enemigo de la verdad, ya que propaga mentiras descaradas sobre la inutilidad de los condones contra el SIDA, especialmente en África.

Es un enemigo de la gente más pobre del planeta, ya que la condena a tener familias numerosas que no pueden alimentar y, con ello, a la esclavitud de la pobreza permanente. Una pobreza que casa mal con las obscenas riquezas del Vaticano.

Es un enemigo de la ciencia, ya que obstruye investigaciones vitales como las de las células madre, no con argumentos morales sino con base en supersticiones pre-científicas.

Y aunque es lo menos grave desde mi punto de vista, Ratzinger es incluso un enemigo de la propia iglesia de la Reina, ya que de manera arrogante ha asumido el desprecio de su antecesor por las órdenes anglicanas, considerándolas “absolutamente nulas y vacías”, al tiempo que trata de reclutar furtivamente vicarios anglicanos para apuntalar su propio penoso y decadente panorama sacerdotal.

Finalmente, y quizás es lo que más me preocupa personalmente, es un enemigo de la educación. Dejando de lado el duradero daño psicológico causado por la culpa y el miedo y que han hecho infame a la educación católica en todo el mundo, Ratzinger y su iglesia alimentan una perniciosa doctrina educativa: pretender que la evidencia constituye una base menos confiable para creer en algo que la fe, la tradición, la revelación y la autoridad, sobre todo su autoridad.
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Dialogos entre Darwin y Dios


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De la teología a la biología

De la teología a la biología

Por: Javier Aranda Luna

¿Los homosexuales pueden aspirar al amor? ¿A ese desprenderse uno para mirarse en el otro y que hace vivir juntas a dos personas hasta que la muerte las separa? ¿Podrá impedírselos la biología como algunos creen o su preferencia sexual como "piensan”" otros?

Y las lesbianas, por su preferencia de relacionarse con las personas de su mismo género, ¿serán incapaces de sentir el llamado de la maternidad?

Cuando la Iglesia católica llegó a América los clérigos no creían que los indios tuvieran alma y esa creencia duró más de una centuria. Y hace apenas 60 años en uno de los países más desarrollados del mundo todavía se preguntaban si los negros podían sentarse en los trenes y autobuses junto a los blancos, aunque hubieran pagado unos y otros el mismo pasaje. Hoy esa nación que discriminó a los negros, a los nigros, a los que venían de Nigeria, es dirigida por uno de ellos.

Si los nazis pasaron de la biología a la teología para fundar la religión del "“súper hombre”" y la "“raza pura”", hoy la Iglesia católica pretende saltar de la teología a la biología para justificar la violación sistemática de los derechos humanos de mujeres, lesbianas y homosexuales en nombre de una "“ciencia”" que los científicos y las academias que los congregan no reconocen.

Basta leer el desplegado que respecto de la criminalización del aborto publicó la Academia Mexicana de Ciencias (AMC) para entender de qué tamaño es el problema que fomenta la Iglesia y algunos legisladores de medio pelo. Allí advierte con todas su letras del preocupante e "“inaceptable fenómeno regresivo que en los últimos meses ha estado socavando la racionalidad política en el país y amenazando con retroceder a etapas dolorosamente superadas hace siglo y medio”".

En lo jurídico, señala el documento de la AMC, se violan los principios del Estado laico y "“se amenaza contra la racionalidad del sistema jurídico nacional”". En lo científico se impone una visión simplista, arbitraria y poco informada sobre lo que es la vida y, en lo práctico, se pone en marcha una "“maniobra insidiosa con potencial para penalizar de modo tajante y obtuso a las mujeres de México y a los médicos involucrados y, como propósito subyacente, establecer un método de legislar que no considere los avances de la ciencia”".

¿Por qué las mujeres no pueden decidir sobre su cuerpo y ejercer el derecho de manera libre, responsable e informada sobre el número de hijos que quieran tener como lo consagra la Constitución? Y los 17 estados que criminalizan al aborto, ¿por qué sólo encarcelan o castigan a las mujeres y no a los hombres que las preñaron y decidieron por omisión o comisión que no querían ejercer la paternidad?

Hoy más de 60 mujeres están encarceladas por decidir sobre su propio cuerpo y su futuro. Los curas que antes quemaban libros ahora queman condones y, en un arrebato de amor inverosímil, se congratulan con el encarcelamiento de esas mujeres. ¿Eso aprendieron del Cristo que predican en sus sermones? ¿Es ese el amor al prójimo en el que se resumen todas las leyes?

Tan preocupado está el clero mexicano por el rumbo de la humanidad que ha olvidado poner orden en su casa. Por lo menos no lo ha hecho con algunos se sus prominentes miembros como el padre Marcial Maciel o con aquél otro inolvidable personaje que estuvo en estas tierras: el representante del Vaticano Jerónimo Prigione que fue mensajero de dos de los narcos más buscados durante el sexenio salinista.

Pero tampoco debe extrañarnos que la Iglesia busque la paja en el ojo ajeno y no en el propio: no lo hizo con los y las religiosas que emparedaron el producto de sus amores clandestinos en los conventos ni lo hace ahora cuando el cardenal Norberto Rivera tiene oídos sordos a la sentencia de dar al César lo que es del César al hacer un llamado a la desobediencia civil y lanza un estruendoso "“al diablo con las instituciones”". Dice el cardenal: "“nosotros pastores del pueblo de Dios tampoco podemos obedecer primero a los hombres que a las leyes de Dios. Toda ley humana que se le contraponga será inmoral y perversa...”" Como lo fueron las teorías de Galileo que tardaron en reconocer varias centurias.

Si la humanidad les importa tanto a los sacerdotes, ¿por qué no luchan con la misma fuerza con la que buscan criminalizar a las mujeres que abortan para detener el alarmante crecimiento de adictos en ese México católico que presumen representar?

¿Y en verdad serán representantes de su rebaño? Sabrán que sus propios fieles mediante una encuesta hicieron que la Secretaría de Salud autorizara el uso de la pastilla del día siguiente y que 85 por ciento de los católicos según otra encuesta divulgada por Católicas por el Derecho a Decidir está de acuerdo en el uso del condón para prevenir el sida? Estos indicadores y otros como el descenso del porcentaje de bodas religiosas y la crisis de vocación sacerdotal, ¿no significarán que el clero ya perdió el piso del pueblo que dice pastorear?

Si lesbianas y homosexuales quieren casarse por amor o sólo para dar seguridad jurídica a sus parejas, heredarles su bienes o simplemente para inscribirlos en el seguro social y pagan como cualquier ciudadano sus impuestos, ¿por qué habremos de impedirlo? ¿Por qué no dejarlos adoptar a uno de esos cientos de niños que la Iglesia y su principales feligreses no han querido adoptar?





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El cardenal y Dios contra el orden social

El cardenal y Dios contra el orden social


Por: Bernardo Barranco V.

Principalmente por la actitud y forma, el cardenal Norberto Rivera aparece como un actor teocrático que intenta someter la racionalidad política y jurídica del país a los principios religiosos.

Cuando Rivera afirma la supremacía de la ley divina sobre el orden secular realmente existente se coloca como un ayatola de la intransigencia religiosa y de certezas absolutas, de tal suerte que la discusión sobre los matrimonios gays y las adopciones, punto central del debate, en momentos ha pasado a segundo plano. El acto comunicativo del cardenal cancela la discusión de un tema álgido para dar lugar a los reproches, las descalificaciones, las amenazas y los chantajes entre los diversos actores involucrados. Las declaraciones y los posicionamientos acostumbrados, a manera de ritual litúrgico, han mostrado la falta de conceptualización y la pobreza argumentativa de los diferentes protagonistas.

Ahora, lo que flota en el ánimo de la discusión es la búsqueda de fórmulas que permitan la convivencia entre la religión y la política. Dicho de otra manera: si los principios católicos y la política parecieran ser irreconciliables, más bien lo importante a saber es si la democracia podrá ser compatible y coexistir con una religión que ambiciona dirigir la política y a la clase política, como en la Edad Media o en los actuales integrismos islámicos. O, por el contrario, concediendo la óptica del cardenal, cómo podrá prevalecer la cultura católica si la política y cultura modernas intentan manipular o subordinar lo religioso, como sucedió en las experiencias comunistas o las dictaduras sudamericanas que demolían todo en nombre de una sociedad occidental y cristiana, es decir, se apropiaron de lo religioso para justificar la represión.

El Estado laico permite a cualquier iglesia defender y sostener hasta con pasión sus posturas; sin embargo, el Estado laico no puede resistir ni tolerar la amenaza ni la deconstrucción de sus fundamentos basados en el respeto a la pluralidad, en la tolerancia y la equidad, especialmente ante las minorías.

El Estado laico supone el respeto a los principios y fundamentos, que le permite regular la convivencia pacífica de las diversidades. En la antigüedad y en la Edad Media los ordenamientos religiosos eran el sustento básico de las normas de la sociedad; de ahí que los códigos éticos y las nociones cardinales de la moral eran claramente confesionales. La identidad societaria era esencialmente religiosa; el carácter divino de las leyes, además de hacerlas irrefutables, las volvía obligatorias tanto para el individuo como para la comunidad; su cumplimiento convierte al sujeto en virtuoso merecedor de premios o, por el contrario, de castigos. Con el advenimiento de la modernidad, la razón instrumental establece diferenciaciones, y una de las características notables de esta modernidad es que rechaza a Dios como jefe de Estado.

En cada sexenio, el cardenal ha desatado altercados y tormentas por sus posturas de rechazo al orden social establecido.

Recordemos: en tiempos de Zedillo, con apenas un año en la arquidiócesis, Rivera reivindicó en una homilía inflamada, el 20 de octubre de 1997, la acción política de la Iglesia católica e incluso llamó a la desobediencia civil.

Oficiosamente fue apercibido tímidamente por la Subsecretaría de Asuntos Religiosos, encabezada por Rafael Rodríguez Barrera en ese entonces. El gobierno amagó a la arquidiócesis con retirarle su registro como asociación religiosa. Esa actitud hizo que el clero católico cerrara filas en torno del arzobispo, recibiendo el apoyo de diferentes voces democráticas y fuerzas políticas, entre ellas las del PRD con Cuauhtémoc Cárdenas, pidiendo al gobierno mayor tolerancia y mayor libertad de expresión para las iglesias.

El segundo caso de posicionamiento agresivo fue en octubre de 2005, en el gobierno de Vicente Fox, en torno a la eutanasia. El cardenal nuevamente propuso negar obediencia al gobierno y al orden legal constituido; aquí sorpresivamente recibió el apoyo del entonces secretario Carlos María Abascal, quien se detentó jusnaturalista frente al derecho positivo imperante en este país desde las leyes de Reforma, postura válida para un creyente, pero cuestionable con la más alta investidura de ser el único secretario de Gobernación que avala la supremacía del derecho natural sobre el positivo. Y bajo la figura de la "“objeción de conciencia”" –jurídicamente inexistente en México– condescendió al llamado a la desobediencia civil propuesta por el cardenal (La Jornada, 19/10/05).

Norberto Rivera tiene genes cristeros, heredados de uno de sus maestros, el ultraconservador y controvertido obispo de Durango, Antonio López Aviña (1915-2004), quien soñaba construir una república católica sustentada por movimientos socialcristianos tipo falanges franquistas. Ése es quizás el modelo que Rivera evoca imprudentemente atrayendo las posturas de las gestas cristeras que llegan a cimbrar peligrosamente el sistema político mexicano. Rivera Carrera obliga a muchos obispos, ya en el ojo de tormentas, a posicionarse a su lado probablemente sin estar del todo de acuerdo en las formas ni procedimientos de confrontación directa y ruda.

A diferencia del torbellino de 2007 en torno al aborto, en el que prácticamente el cardenal se quedó solo, ahora ha aprovechado que un sector significativo de la sociedad mexicana no está en favor de los matrimonios gays y rechaza fundamentalmente el tema de la adopción. El cardenal ha logrado movilizar y agrupar a los sectores más conservadores del PAN, encabezados por su presidente César Nava, señalado por Luis Paredes en su libro Los secretos del Yunque como uno de sus más prominentes activistas; igualmente el cardenal ha contado con el sustento de diversas agrupaciones evangélicas.

Más allá del desenlace para revertir la reforma aprobada por la Asamblea Legislativa del Distrito Federal quedan preguntas entre los creyentes en un contexto secular: ¿el Estado laico puede tener una ética política sin un fundamento espiritual ni de trascendencia? O, dicho de otro modo, ¿el Estado puede ser legítimo al poseer una moral laica que prescinda de Dios?




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Derecha declara guerra virtual contra asambleistas por bodas gay



Derecha declara guerra virtual contra asambleistas por bodas gay

Por: Juan Pablo Proal

México, D.F., 14 de enero (apro).- La Unión Nacional de Padres de Familia (UNPF) convocó a sus agremiados a enviar correos masivos contra los asambleistas del Distrito Federal para expresar su desacuerdo por la reciente aprobación de matrimonios entre homosexuales.



Consuelo Mendoza García, presidenta de la UNPF, exigió a la Asamblea Legislativa convocar a una consulta ciudadana para reconsiderar la autorización de unión de personas del mismo sexo.



“La familia está formada por un hombre y por una mujer con lazos de sangre, de amor y lazos jurídicos”, definió.

La UNPF es una organización de derecha fundada hace ochenta años, después de un llamado del Papa León XIII en su encíclica Rerum Novarum, para combatir al espíritu “jacobino” de la época.



Esta organización iniciará este sábado una campaña por todo el país para bombardear los correos electrónicos y teléfonos celulares de todos los legisladores del Distrito Federal que votaron a favor de las uniones gay.



“No vamos a ceder hasta que estén saturados los teléfonos y correos de los legisladores”, amenazó.



Las acciones de la UNPF coinciden con el anuncio del PAN de emprender una consulta en 40 puntos del Distrito Federal sobre los matrimonios entre homosexuales. Ambas organizaciones comenzarán sus campañas a partir del sábado.



La UNPF se quiso deslindar del PAN. La presidenta del organismo dijo ignorar el por qué de la coincidencia entre ambas campañas.



Mendoza García citó una encuesta de María de las Heras que concluye que el 78 por ciento de los ciudadanos se opone a las bodas gay para reforzar sus argumentos en contra de las uniones entre personas del mismo sexo.




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Iglesia católica refrenda descalificaciones contra homosexuales
Por: Rodrigo Vera

MÉXICO, DF, 19 de enero (apro).- La Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM) volvió hoy a condenar los matrimonios entre homosexuales, a pesar del diálogo que, para limar asperezas, actualmente sostiene con el Partido de la Revolución Democrática (PRD), principal impulsor de la legalización de este tipo de enlaces.


José Guadalupe Martín Rábago, arzobispo de León, reprobó estas uniones, al señalar que la homosexualidad es una desviación: “El ejercicio de la homosexualidad es una desviación, objetivamente hablando es una falta moral”.


En conferencia de prensa, Martín Rábago aclaró que, no por esto, la Iglesia condena a los homosexuales:
“La Iglesia no sataniza a los homosexuales, no hay una posición de satanización. Para decirlo de una manera usada en los medios de comunicación; no hay homofobia de parte nuestra”.


Alberto Suárez Inda, arzobispo de Morelia y también presente en la conferencia de prensa, realizada en la sede del Episcopado, instó a los homosexuales a que dominen sus instintos:
“Lo importante es que el hombre tenga capacidad de dominio sobre sus pasiones, sobre sus instintos, que sepa comportarse a la altura de lo que es; una persona que sabe valorar su propio cuerpo y entienda el verdadero sentido del amor”.


Por su parte, la coordinación de prensa del PRD en el Senado informó que líderes del partido se reunieron ayer lunes precisamente con Suárez Inda y otros obispos, a fin de hacer las paces con la Iglesia, luego del enfrentamiento y las mutuas descalificaciones que provocó la aprobación de las bodas gay en el Distrito Federal.


Por parte del PRD, al encuentro acudieron Carlos Navarrete, coordinador en el Senado de los legisladores perredistas; Silvano Aureoles Conejo, el vicecoordinador; así como el diputado Guadalupe Acosta Naranjo.
Por el lado de la CEM, acudió su presidente, Carlos Aguiar Retes, así como los 22 miembros de su Consejo Permanente.
Dijo el senador Navarrete sobre el encuentro:


“Hemos logrado un diálogo de confianza. Y con este encuentro estamos iniciando una nueva etapa de una relación institucional entre el PRD y la dirigencia de la Iglesia católica, que debe ser valorada adecuadamente por todos”.

Y agregó que, en el futuro, cualquier diferencia será resuelta mediante “un diálogo directo, sin intermediarios, no mediático, sino en los espacios que juntos acordemos”.


Quien se mostró renuente a dialogar con el PRD fue el cardenal Norberto Rivera Carrera, arzobispo primado de México, ya que –dijo-- “no es posible el intercambio de opiniones en un ambiente en el que no impera el respeto a la persona, a su dignidad, al derecho fundamental de la libre expresión, a sus valores y creencias religiosas”.


Rivera Carrera puso dos condiciones para entablar un diálogo con el PRD: que este partido retire las demandas interpuestas contra él, y que el diputado local Víctor Hugo Romo ofrezca una disculpa pública por haber calumniado al ya fallecido cardenal Ernesto Corripio Ahumada, a quien acusó de haber procreado hijos.


El día de hoy, la dirigencia del Episcopado, encabezada por Aguiar Retes, sostuvo también un encuentro con el presidente Felipe Calderón, en la residencia oficial de Los Pinos.


Al salir de la reunión, Aguiar Retes aclaró que en ella no se trató el tema de las bodas gay:
“Sólo le expresamos al señor presidente lo que, como Iglesia católica, estamos proponiendo para colaborar en la reconstrucción del tejido social”, dijo el presidente del Episcopado.


Y adelantó que, el próximo 15 de febrero, la CEM dará a conocer un documento relativo a la inseguridad y a la violencia que vive el país.




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¿Por qué tanto miedo?

¿Por qué tanto miedo?
Por: Marta Lamas
MÉXICO, D.F., 19 de enero.- Muchos temores y aprehensiones rodean la cuestión de la crianza infantil a cargo de lesbianas y gays. Parte sustantiva del rechazo a que personas homosexuales adopten criaturas responde a una ignorancia generalizada sobre los efectos de la orientación sexual de los adultos sobre los niños. Desde un discurso fundamentado en la biología reproductiva, los conservadores aducen que, puesto que dos hombres o dos mujeres no pueden producir hijos entre ellos, no deberían tener derecho a criarlos. Si la “naturaleza” no les permite procrear juntos, ¿por qué aceptar socialmente que adopten? Lo tramposo del recurso retórico sobre “la naturaleza” es que sólo se utiliza para poner objeciones a nuevos arreglos sociales y no para otro tipo de avances humanos. Un caso: si la “naturaleza” no nos dio alas, ¿por qué entonces volar en aviones? Hay mil ejemplos más que muestran cómo los seres humanos rebasamos las limitaciones que “la naturaleza” nos impone y creamos socialmente nuevas condiciones de vida.

Una de las preocupaciones más reiteradas en relación con la adopción por gays es la duda sobre el eventual daño psicológico que las criaturas podrían sufrir si se crían en hogares homoparentales. “Nadie es producto de dos hombres o de dos mujeres. Si se permite la adopción por parejas homosexuales, esas criaturas tendrán dos padres o dos madres”.

Está más que probado que no provoca daños crecer entre mujeres (madre, abuela, tías) o entre hombres, lo que es menos frecuente. ¿Por qué en este caso sí lo haría? ¿Por el “mal ejemplo” de la homosexualidad? Creer que la orientación sexual de quienes crían niños es un requisito básico para la salud mental de éstos es eludir, muy convenientemente, el hecho innegable de que son justamente familias heterosexuales las que han estado produciendo psicóticos y personas con todo tipo de conductas delincuenciales. Además está comprobado que la proclividad a la homosexualidad se da en familias de padres y madres heterosexuales, lo cual tira al suelo el argumento de que la combinación de los sexos de los progenitores determina el desarrollo afectivo de sus hijos. Y según el psicoanálisis, ni el sexo ni la orientación sexual de los padres garantizan una réplica en las elecciones erótico-amorosas de los hijos.

Terapeutas que tienen una práctica clínica con familias homoparentales aseguran que no se requiere la presencia de los dos sexos en el hogar para que la infancia crezca bien. Lo imprescindible es proteger a los niños de la violencia, el maltrato psicológico y el descuido parentales, conductas que no dependen de la orientación sexual de los padres/madres.

Por eso, más que intentar preservar el modelo de familia tradicional como paradigma del bienestar infantil, habría que entender qué requieren las criaturas para desarrollarse adecuadamente. La oposición a que los gays adopten sugiere, de manera errónea, que la orientación sexual es una característica decisiva del ejercicio parental.. Sin embargo es mucho más importante tener una madre tranquila que una angustiada, un padre cariñoso que uno violento, independientemente de sus prácticas sexuales.

Las familias homoparentales existen hace tiempo y ya han sido estudiadas con el objetivo de ver si las lesbianas y gays que crían infantes los exponen a peligros y daños mayores que los que podrían enfrentar si fueran criados por heterosexuales. Las investigaciones sobre homoparentalidad hablan de ambientes familiares menos violentos y con una división más igualitaria del trabajo doméstico y la crianza. Claro que estos resultados alentadores son discutidos por investigadores anti-gay, que afirman tener pruebas contrarias. Al revisar dichos estudios, aparecen problemas y conflictos debidos a la estigmatización de la homosexualidad. O sea, los “daños” no se derivan de la orientación sexual de los padres/madres, sino de la homofobia social y de las dificultades que produce. Es necesario contar con investigaciones no ideologizadas para conocer más certeramente qué ocurre con el cuidado infantil dentro de las familias, y no sólo en las homoparentales, sino también en las tradicionales.

Gran parte de las madres lesbianas y los padres gays han procreado en matrimonios “tradicionales”, tratando de evitar así las consecuencias sociales de la homofobia. Pero como la homosexualidad empieza a tener más aceptación social, cada vez menos personas homosexuales se casan con heterosexuales para cubrir las apariencias. Por eso también es que surge la demanda de la adopción.

Antes de obstaculizar esta medida antidiscriminatoria, sería provechoso abrir un debate público sobre las condiciones necesarias para realizar una buena adopción. El primer punto podría consistir en ver cómo se garantiza que todos los niños adoptados estén realmente protegidos de la violencia y el maltrato emocional, de los prejuicios y la ignorancia, independientemente de si viven en familias heteroparentales u homoparentales. Eso sí, algo indispensable para poder debatir con una cierta racionalidad en el contexto homofóbico en México sería escuchar a quienes tienen conocimientos sobre el desarrollo infantil y el psiquismo humano. Tal vez así se podrán desmontar algunos prejuicios.



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